Luego dicen
Hay pocas cosas que no tengan una explicación, aunque nos hayamos
instalado en el regate corto y en las opiniones que resisten una
calada de un cigarro. Le hemos cogido gusto a
vociferar más que a sentarnos a hablar, a leer lo justo, a consumir redes
sociales que luego criticamos porque no hay controles, hay
anonimato, se insulta a la gente. Y eso.
También vuelve a estar de moda dar portazos. O la amenaza
de levantarse de la mesa a la mínima discrepancia. Nunca tuvimos la piel
tan fina. O al revés, el ser humano siempre fue así, pero se vestía con
muchas capas para no sentir su propio frío o por miedo a perder todo lo que
había conseguido. (Ese fue el verdadero espíritu de la Transición). Ahora
no, ahora vivimos a la intemperie de lo provisional. Lo único fijo en este
país son los impuestos.
La barra libre es hoy para el primero que suelte la barbaridad más grande
en Twitter. Es lo que ha pasado con el concurso musical -no
olvidemos nunca que solo era eso- Benidorm Fest. Confieso que no sabía
quién era la ganadora. Chanel, se llama. Confieso también que no me gusta
la letra de su canción, pero ¿acaso eso le importa a alguien? Ahora bien, ahí
fuera matamos al que no nos gusta y defendemos al nuestro enarbolando
todas las banderas imaginables y forzando la máquina de la representación
hasta límites, en ocasiones, vergonzantes. Cuidado con el maniqueísmo.
Rara vez da resultado.
Como dijo la escritora Deborah Levy en una reciente entrevista en
El País: “Nadie sabe qué pinta tiene la libertad hasta que la
experimenta”. Y me temo que no tiene mucho que ver con todo
esto. Libertad no es acabar con el que piensa diferente. Nunca lo
fue. Eso es dictadura. Y esta generación nuestra, no
la conoció. Supongo que los que se la jugaron de verdad asistirán
atónitos al mercadeo de palabras.
Mientras tanto, van pasando cosas ahí fuera, en el mundo de los
reales, que pasan inadvertidas porque las redes, aunque infinitas,
no están para según qué asuntos. La luz no baja, sube la gasolina
y arrecia el hambre. Supongo que los gabinetes de los políticos
estallaron de emoción con la polémica del Benidorm Fest y
encargaron a los séquitos de asesores papeles, iniciativas, ¡algo
para entretenernos! Esta vez no han
pedido dimisiones. Les ha valido con pedir comparecencias en el
Congreso de los Diputados. Luego dicen.


